Trabajo en una biblioteca.
A priori puede parecer una labor tranquila.
Estás en un entorno amigable, aparentemente culto, donde los usuarios que entran son ávidos lectores, tremendamente respetuosos, y hablan en un tono de voz comfortable que permite comunicar sin molestar al que estudia. Una suerte de melodía que coexiste y eleva el concepto de biblioteca como remanso de paz o templo de la sabiduría.
No seré yo la que intente que dejéis de pensar así. Dios me libre.
Pero nada más lejos de la realidad.
La biblioteca, como único lugar público en el que puedes entrar y llevarte cosas de alto valor de forma gratuita (sin cometer ningún delito), es un sitio que tiene, como todos, sus excentricidades.
Y como yo trabajo allí, pues las conozco bien, y, algunas, son muy surrealistas.
Esta mañana venía un grupo de 6º de primaria a realizar una actividad que hacemos con los colegios en la biblioteca, al fin de la cual han estado merodeando e inspeccionando cada rincón y sacando cada libro que encontraban a su paso.
No me parece mal. Siento que si buscan, tocan, y leen por curiosidad es mucho más probable que se conviertan en buenas personas cuando crezcan.
Y si no, pues se convertirán en lectores, que es casi caaaaaaaasi algo parecido.
La cosa es que, dispersos como estaban los niños por la biblioteca, uno de ellos ha venido hacia mi muy disgustado por algo.
-Seño (porque si, los niños que vienen de un cole nos llaman seño, sin ser yo nada de eso), ¡¡¡el profe Alberto no me deja leer un libro!!!
Yo, que no esperaba unas declaraciones como esas de un niño que parecía el dolor de cabeza de absolutamente cualquier maestro, le dije:
+¿Cómo que no?? Puedes leer lo que quieras, ¡para eso estás aquí!, ¿QUÉ LIBRO QUIERES LEER? (resalto la frase porque a partir de este momento mi paradigma interno ya no volvió a ser el mismo)
–EL DE «TETAS»
Me cago en la madre que me parió.
Sabía que teníamos ese libro en la biblioteca. Al igual que otros que explican el origen de la vida, cómo se tienen bebés, el sexo de las mariposas, cómo encontrar tu quinto chackra con un dedo metido en la nariz o mil cosas que es necesario que estén, pero que es complicado atender.
Ese libro concretamente es para niños, y yo, en uno de los momentos en los que ordené la estantería sobre el cuerpo humano lo vi. Gracias al Señor porque si no me pilla prevenida lo mismo me da un jari de lo inesperado de la situación y lo gráfico de la portada.
El caso es que el libro se lee en un plis y no hace otra cosa que explicar, desde la más absoluta normalidad, que los pechos son tanto de hombres como de mujeres, y que estos últimos son más grandes porque cumplen una función vital: amamantar a un bebé, se tenga este o no.
Con esto en la cabeza y sabiendo que quizá ellos esperasen otro contenido me dije: ¡¡¡ESTA ES LA OPORTUNIDAD. LA OPORTUNIDAD DE NO SEXUALIZAR EL CUERPO FEMENINO Y NORMALIZAR LOS PECHOS DESDE UNA EDAD TEMPRANA DESDE UN LIBRO INFANTIL CON DIBUJITOS!!!! Joder, si, que lo lean. Van a ver. Esto es cojonudo.
Les invito a leerlo en petit comité. Nada de grandes grupitos con los payasos de la clase que le sacan punta a cualquier coma.
Me siento con ellos, movida casi por una inquietud científica por averiguar qué reacciones provocaba semejante lectura.
¿Qué esperais? ¿Aprendieron algo o no?
Solo Dios sabe. Lo que sí se, es que se estuvieron descojonando cada 4 frases y media. Uno miraba al otro, el otro miraba al uno, y daba igual lo que hubiesen leído, se partían el ojete.
La escena era tan surrealista que creo que normalizar, lo pudimos normalizar todo.
Un niño leyendo en voz alta sobre tetas, otro criajo y yo, con casi 20 años más que ellos, a su lado mirando y escuchando. Uno riendo al compás, la otra guardando el tipo. Las imagenes sucediendose una detrás de otra cada cual más instructiva y carente de sexualización. Risas. Yo, absorta por el momentum.
Si me lo cuentan a las 9 de la mañana no me lo creo, pero yo muy en mi papel.
En fin. Que los críos, son críos, y que el «caca, culo, pedo, pis» (incluyendo teta, por supuesto), no es más que un vehículo para la coña, la risa y el anarquismo que en ellos borbotea por momentos, y que a mi, por otro lado, me parece tranquilizador.
Besitos mojados en lec…en chocolate <3
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